Un sastre hecho a la medida

Un sastre hecho a la medida

En el hogar de don Serafín Palacio y doña Belén Arce, pareja chocoana, existieron grandes valores. Sus 6 hijos crecieron arropados por el gran amor de sus padres. La sastrería le permitía a don “Sera” como cariñosamente lo llamaban, cumplir con sus obligaciones. “La gerente de hogar”, doña Belén, cumplía las duras labores de crianza, 3 hombres y 3 mujeres. A excepción de “Serafincito” todos estudiaron hasta graduarse. Este prefirió observar como su papa convertía como por arte de magia una tela en una pieza de vestir. Pantalones y sacos iban siendo colgados en un gancho, hasta llegar sus propietarios.

Auxiliar de Sastrería. Pronto se convirtió en la mano derecha de su padre. Ensartaba agujas, sacudía, pulía y organizaba el taller desde los 6 años. Solo quería saber de trabajo y algo de juego, poco de escuela. Sus conocimientos fueron avanzando. Aprovechando cualquier descuido pedaleaba la maquina llegando a enredar muchos tubinos de hilo y romper varias agujas, travesuras que su papá toleraba con paciencia. Le bastaron 2 años para graduarse como sastre. Aquel pantalón azul que colgaba también en otro gancho, nadie vendría a llevárselo, el propietario era él, que, a los 8 años, lo había confeccionado.

Perder es ganar un poco. La academia no lo premió. Pero ha sido bastante la ropa que ha creado. Goza de prestigio en el barrio Trinidad de Guayabal, Comuna 15 de Medellín. Su profesión le permitió criar sus hijos también y llevar una vida tranquila. Mirando a través de un espejo que está cerca de la filetiadora me dice riéndose: “Estudie lo que me gustó, la profesión de mi padre, llevo 56 años confeccionando.

El señor Palacio es una de las personas que día a día se entrega a su labor con esmero y dedicación como en sus primeros años. Además de la calidad de su trabajo, también la tiene como persona. En la calle 23 entre las carreras 65B y 65D está ubicado su taller, donde con gran amabilidad y sonrisa, espera su clientela.

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